Esther llega a su apartamento en la barriada habanera del Cerro, alrededor de las seis de la tarde; después de unas doce horas fuera.
Vuelve con su bolso de cada día, e igual que muchas mujeres de estos tiempos, prepara su tiempo para una próxima jornada.
Lo único que la diferencia de la mayoría es su edad.
Hace mucho tiempo que Esther sobrepasó la data común de la jubilación. Pero amén de sus canas, la viudez y sus dos hijos adultos profesionales; ella prefirió volver al trabajo, con su rumbo a los 80 años y un paso seguro, sin cansancio de vida.
En La Habana hay cada vez más ancianos.
Quizá no todos como Esther. Los hay sentados a la vera de sus casas o en un parque cualquiera; esperando que llegue el periódico al estanquillo de prensa o revendiendo bagatelas que consiguen en la calle; con miradas ajenas y ese atisbo de seguir la rutina del tiempo.
Esther, mientras tanto, puede irse un domingo a disfrutar de las calles del Centro Histórico. Una vez me la encontré regresando y, como siempre, dejó como guiño su sonrisa cómplice de aquí estoy.
Años únicos
A muchos se les ve en los programas dominicales de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba con sus notorias edades.
Disfrutan y dialogan igual que aquellas del coro femenino agrupado en el antiguo Convento de Belén de La Habana Vieja; que no son las únicas.
Los hay reunidos en torno a talleres de creación plástica, bordado, actuación…
“Se ha demostrado científicamente que cuando el individuo tiene algún tipo de ocupación, cuando está motivado por algún tipo de actividad, tiene tendencia a ser más longevo”.
Esa es opinión del doctor Miguel Valdés Mier, presidente de la Sociedad Cubana de Psiquiatría.
Entonces, ¿cuánto puede influir el espacio socializador de la cultura para que las personas mayores puedan desarrollar estímulos individuales a favor su salud mental?
“Esto se ha demostrado que enriquece extraordinariamente la vida del ser humano”, opinó el especialista, al subrayar la necesidad de “estimular las capacidades potenciales hasta el final de la vida”.
Bien se sabe que cuando el individuo, habituado a una vida laboral o intelectual activa, abandona de buenas a primera todo tipo de actividad, asume una jubilación forzosa que puede llevarlo a la invalidez espiritual.
“Una de las cosas más peligrosas de la tercera edad sucede cuando el anciano llega a tenerse lástima de sí mismo, pensándose inútil o como estorbo”, consideró el también Profesor Titular y Consultante, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico-Quirúrgico Hermanos Ameijeiras y del Grupo Nacional de Geriatría y Gerontología del Ministerio de Salud Pública de Cuba.
“El individuo puede sentirse útil mientras enriquece sus potencialidades intelectuales”, afirmó el doctor Valdés Mier.
“Eso –dijo- teniendo en cuenta que la depresión, muy frecuente en la tercera edad, se basa en tres aspectos fundamentales: la pérdida de la autoestima, el pensar que constituye un estorbo o el miedo al futuro”.
Pero contrario a esas posibilidades, hace 10 años el país estimuló la participación en las cátedras de la llamada Universidad del Adulto Mayor, donde pueden desarrollar habilidades o ampliar conocimientos en temas diversos.
Hoy, la expectativa de vida en Cuba asciende a casi 80 años, a diferencia de 1959, cuando sólo cinco de cada 100 personas formaban parte de ese grupo, mientras se espera que en 2025 uno de cada cuatro habitantes tenga más de seis décadas.
Entretanto, ahora mismo viven en la Isla alrededor de 1540 centenarios que, “como característica común son intelectualmente sanos”, puntualizó el galeno.
De manera que, entre los retos de la nación, ante el envejecimiento poblacional, figura proveer a la sociedad de recursos institucionales, y proponer opciones o alternativas, en las cuales el anciano pueda utilizar su tiempo libre, su capacidad potencial de reserva y formar parte como un miembro más de la sociedad.
Añejos e irrepetibles
“Lo único invariable en el ser humano es su variabilidad. Es único e irrepetible”, gusta decir el doctor Miguel Valdés Mier.
Él mismo lo demuestra. Tiene 75 años de edad, y tanto como mantenerse activo en su actuación profesional, emprende jornadas diarias de una juventud envidiable.
Formado en un ambiente cultural proclive, Valdés Mier dice que su gusto melómano y de manera particular por la música de concierto, que escucha todo el tiempo que puede; le ayudan en la constancia profesional, a la que dedica diariamente dos horas invariables de estudio.
Ocupado en los últimos años a temas referidos a la psicogeriatría y con una obra abundante, no sólo lee sobre la materia científica; se mantiene actualizado de cuánto ocurre en el mundo, y disfruta en la televisión de los que llama programas inteligentes.
“Me preparo, siempre me preparo más allá de la experiencia acumulada”, dice mientras confiesa que evita aplazar asuntos para mañana.
El individuo, corrobora Valdés Mier, tiene algo particular, que puede ser en lo cual sobresalga.
“Y como los buenos vinos, son irrepetibles”; por eso “hay ancianos tan excepcionalmente brillantes”, enfatizó el experto, formador de varias generaciones de especialistas del país y otras naciones.